1- Considérese ser un instrumento en la mano de Dios para animar, orientar y en toda forma ayudar a la persona que se propone visitar. (Santiago 1:26,27).
2- Ore y encomiéndese a Dios antes de hacer la visitar. (Salmos 127:1)
3- Siempre que sea posible, informe a la persona que usted le va a visitar y acuerde con él la mejor hora y el mejor día. Luego cumpla con lo acordado.
4- Nunca lleve su espíritu ni su corazón vacío. Siempre lleve una lectura preparada y alguna canción que pueda ayudar al visitado. Tampoco lleve un espíritu de desanimo o de amargura a la persona que va a visitar. Su deber es dejarlo mejor que como lo encontró.
5- De ser posible, no vaya con las manos vacías. No es un requisito, pero hasta una menta puede ser de gran agrado.
6- Interésese sinceramente por las necesidades de su hermano y escúchele con absoluta atención.
7- Sea prudente. Si usted ve que el hermano visitado esta indispuesto de alguna manera, sugiera volver en otro momento.
8- Tenga mucha precaución con estar sermoneando. Escuche mucho, hable poco y cuando hable, hágalo de cosas que interesen a la persona que usted visita. haga sugerencias más que dar órdenes.
9- No haga comentarios que puedan desanimar al hermano (a). Por ejemplo: “Tu si te ves feo”; “Has empeorado desde la última vez que te vi”; “La casa se te va a pudrir encima”; “Dale costumbre a esos hijos tuyos” y un largo etcétera, debemos guardar la lengua antes de pronunciarlo.(Proverbios 11:19)
10- Salvo raras excepciones, no permita la visita dure más de 30 minutos a una hora. Siga interesándose en el hermano después de esa visita y déle seguimiento a sus problemas
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