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jueves, 20 de mayo de 2010

JESUCRISTO SANA A UN HOMBRE QUE SUFRÍA DE HINCHAZÓN Y PRONUNCIA DOS PARABOLAS EN CASA DE UN FARISEO (Lucas 14: 1-24).

La siguiente narración es exclusiva de Lucas, y se nos presenta dentro del marco de un día sábado, mientras Jesús correspondía a la invitación a comer que le hizo un gobernante de los fariseos. El maestro no discriminaba ni a ricos ni a pobres, ni a los que eran religiosos ni a los que no lo eran. Entraba a comer lo mismo en la casa de un publicano (Lucas 19:5-7), Como a la de un fariseos (Lucas 7:36).

En esta ocasión le tocó el hogar de un fariseos muy importante, y ellos estaban vigilando si él observaba sus reglas del sábado. Los fariseos prohibían ayudar a una persona enferma en día de reposo, excepto cuando la vida estaba en peligro. Mientras estaban allí se presentó un hombre que sufría de hidropesía; que es una acumulación anómala de líquido seroso en el cuerpo (Según el diccionario Larousse). Es decir, esté hombre se hinchaba y se le formaban ampollas en el cuerpo. Jesús pregunta a los fariseos : “Es lícito sanar en el día de reposo?. Ninguno tenía una respuesta para darle. Tal vez si alguna otra persona hubiese hecho la pregunta le habrían contestado inmediatamente que no, pero ellos sabía que con Jesús un no, no sería suficiente, sino que tendrían que presentar razones, las cuales no tenían. Así que el Maestro le sanó y lo despidió y luego les hizo esta pregunta: “Quién de ustedes, si su hijo o su buey se cae a un pozo, no lo saca enseguida, aunque sea día de reposo?. Si ellos rescataban un animal de un pozo en sábado, ¿Qué es de más valor, un animal o un ser humano? ¿Es más importante observar una regla que la vida de un hombre?. Ninguno pudo contestar su irrefutable argumento. Con esto les enseña hasta donde sus formalidades y ritos le habían convertido en personas mecánicas y frías que habían perdido de vista la razón de ser de toda ley: EL SER HUMANO.

Después de esto, Jesucristo observaba como los invitados estaban buscando los mejores sitios en la mesa. El anfitrión tenía la facultad de designar en cual lugar iría cada invitado. Jesús les advierte de la posibilidad de ser humillados cuando le hagan pasar de un lugar de más honor a uno de menos. Mientras que si la persona sabía ser humilde y escoger un lugar menos elevado, podría ser luego llamado para ocupar uno mejor, y en lugar de ser humillado sería ensalzado. “Porque cualquiera que se enaltece, sería humillado; y el que se humilla, será enaltecido”. V.11

Ahora les da un consejo útil para una persona que está buscando ser recompensado más allá de este mundo. Si alguien quiere este tipo de galardón no debe hacer las cosas para obtener luego ventaja. Por ejemplo, invitar a una persona rica a mi casa a comer podría tener como meta ser luego recompensado con otra invitación igual, pero no le acumula tesoros en los cielos. Desde luego no está Jesús prohibiendo que se hagan cenas o fiestas donde estén presentes amigos, hermanos o personas adineradas, antes lo que quiere decir es que esto no trae recompensa de parte de Dios, como sería en el caso de invitar a los pobres, los ciegos, los mancos y los cojos. Es decir, aquellas personas que no podrán recompensarte, pero que tu Padre celestial se encargará de hacerlo por ellos. Este tipo de acción habla de un amor desinteresado, del amor que da sin esperar nada a cambio, del amor que es igual al de Dios.

Este tipo de amor tiene su propia recompensa, proporciona felicidad y premio el día que los justos resuciten.


Cuando uno de los invitados oyó hablar de la resurrección de los justos, le dijo a Jesús: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios”. Esta oportunidad la aprovechó Cristo para hablar de la diferencia entre la cena a la cual Dios invita a la humanidad, y la cena en la cual ellos se encontraban, peleando por los mejores asientos e invitando para luego ser invitados. En esta parábola relató de un hombre que invitó primero a sus conocidos, pero todos tenían una excusa para dar. Algunos habían comprado unos bueyes, otros tenían que cuidar una hacienda y otros se acababan de casar. Sea cual fuere la excusa, lo importante era que habían sido invitados y que no estuvieron presentes. Este primer grupo invitado representa a los judíos que estaban en peligro de ser excluidos del reino de Dios por haber rechazado su invitación. Es cierto, son Bienaventurados los que coman pan en el reino de Dios, pero para hacerlo hay que aceptar la invitación , porque la cena es por invitación. Los primeros invitados fueron los del pueblo judío, pero al rechazar en su mayoría la invitación, entonces la invitación fue hecha a los que no estaban originalmente en la lista de invitados, es decir, los pobres, los inválidos, los ciegos y cojos, o sea a los publicanos, las rameras y los samaritanos del pueblo de Israel. Finalmente, como quedaba más espacio, fueron a buscar a más invitados los cuales representan a los gentiles (Véase Hechos 1:8; 13:45,46).

Por esto Jesús les dice que los publicanos y las rameras que eran tenidos en menos, van delante los escribas y fariseos que se consideraban santos y justos, pero que eran fríos y duros por dentro (Mateo 21:31,32).


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