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lunes, 29 de julio de 2013

DECLARACIÓN DE PEDRO DE QUE JESUS ES EL CRISTO (MATEO 16:13-20; MARCOS 8:27-30; LUCAS 9:18-21).

Como todo buen maestro, Jesús hace preguntas a sus discípulos, para ver lo que han asimilado sobre lo que han visto y oído. “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”.
Esta pregunta la hace el maestro en Cesárea de Filipo, la cual estaba gobernada por Felipe, hermano de Herodes Antipas, gobernador de Galilea, y era un centro de adoración al dios griego de la naturaleza llamado Pan y había también un templo de mármol blanco dedicado al emperador romano para rendirle culto como si se tratase de un dios. Es en medio de este espacio de tierra dedicado a la idolatría  es que el  maestro los cuestiona.
La frase, “Hijo del hombre” era usada entre los judíos de aquel tiempo para referirse al enviado de Dios o Mesías (Daniel 7:13). Es decir, que Cristo desea ver que lugar le daban ellos entre tantas creencias extrañas que existían entonces, y escoge un lugar adecuado para probarlos.
Ellos respondieron haciendo eco de lo que la gente decía sobre Cristo, que era uno de los grandes profetas, como Juan el Bautista, Elías o Jeremías, que habían resucitado.
Ahora el maestro le interesa recoger lo que ellos opinan de todo eso, y pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”: Pedro, con su carácter extrovertido responde por todos diciendo que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Cristo aprueba la respuesta de Pedro y le dice unas palabras que han sido objeto de mucho debate y que vamos a considerar: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas de Hades no prevalecerán contra ella.
Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será  desatado en los cielos.”

Primero es conveniente dejar claro que  Cristo promete edificar SU IGLESIA. De hecho, la edificó usando a los apóstoles en el día de pentecostés, y añade a ella cada día a los que han de ser salvos (Hechos 2:47). Por tanto, todo cristiano debe asegurarse de ser miembro de la iglesia que Cristo edificó y no de otra, pues la iglesia es su cuerpo y él es el salvador de ella (Efesios 5:25-27).
La palabra iglesia es un vocablo griego que significa “Los llamados” o  “Los llamados fuera”. Todos aquellos que han sido llamados por el evangelio puro de Cristo (2Tesalonisenses 2:14) y lo han obedecido, han sido sacados del mundo y trasladados a reino de la luz (Colosenses 1:13). Si están viviendo una vida de obediencia a Cristo (Hebreos 5:9), perseverando en su doctrina (Hechos 2:42; 2Juan 9), entonces Cristo les asegura su salvación (Mateo 7:21).
Por otro lado se debe dejar claro que Cristo no promete edificar su iglesia sobre Pedro. El nombre Pedro viene del griego “Petros” que significa una piedra pequeña. Mientras que la ROCA sobre la que Cristo prometió edificar su iglesia es de una palabra griega que es “Petra”, y se refiera a una masa grande de piedra, que se usaba como zapata para hacer casas y palacios. La ROCA (Petra) sobre la que Cristo edificaría su iglesia es la confesión que Pedro (Petros) había hecho de que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
La creencia en esa confesión es y ha sido por siglos la roca sobre la cual se fundamenta la iglesia del Señor.

Más tarde el apóstol Pablo se encarga de aclarar que nadie puede poner otro fundamento del que está puesto, el cual es  CRISTO (1Corintios 3:11). El mismo Pedro nos dice que la piedra principal del ángulo es Jesucristo (Hechos 4:11; 1Pedro 2:6-8).

En tercer lugar hay que señalar que aunque ciertamente Cristo le entregó a Pedro las llaves del reino de los cielos y le dio poder para atar y desatar, esto fue algo que hizo también con los demás apóstoles (Mateo 18:18). Pedro, al hacer la confesión que hizo recibió la encomienda que recibió, pero esto no quiere decir que fuera el príncipe de los apóstoles  ni mucho menos el primer papa. El apóstol Pablo reclama que él no es menos que los otros apóstoles porque aunque algunos trabajaran o incidieran más que otros, todos son iguales. Por supuesto que Pedro; como los demás apóstoles, contribuyó decididamente al establecimiento y crecimiento de la iglesia en sus inicios, y fue uno de los fundamentos sobre los cuales Cristo edificó su iglesia (Efesios 2:19,20). Y junto con todos los cristianos una piedra viva del edificio de Dios  (1Pedro 2:5).
Cuando el Señor habla de entregar llaves del reino de los cielos, lo primero que debemos pensar es que las llaves son usadas para abrir algo, y que  tanto Pedro como los otros apóstoles recibieron esas llaves y las comenzaron a usar desde el día de pentecostés, cuando anunciaron por primera vez al mundo los requisitos que la gente debería cumplir si quería ser ciudadano del reino (Hechos 2:14-41). Así abrieron las puertas de la salvación, cuando anunciaron lo que la gente debía hacer para salvarse (Véase la encomienda de Jesucristo a los apóstoles en Mateo 28:18-20; Marcos 16:15,16; Lucas 24:44,49). Al predicar el mensaje de Cristo por todas las naciones, y revelar la voluntad de Dios para el hombre, ataban y desataban,  porque Cristo les había otorgado autoridad por la inspiración de Espíritu Santo para hacerlo (Mateo 18:17,18). Lo que los apóstoles enseñaron no fueron sus propias ideas, sino la voluntad de Cristo para el hombre (Juan 14:25,36; 16:12,13)

Cuando los apóstoles predicaron y la gente creía y se bautizaba, ellos estaban desatando, pero cuando la persona rehusaba creer, entonces ellos ataban sus pecados porque la persona rehusó hacer lo que Cristo mandó (Véase Juan 20:23; Hechos 2:36-38).

En cuarto lugar, cuando Cristo dijo que las puertas del Hades no prevalecerían contra la iglesia. La expresión Puertas del Hades es una expresión oriental para indicar la corte, trono, poder y dignidad del reino infernal." w.p. estaba diciendo que los poderes de la muerte no podría destruirla, ya que el Hades es el lugar donde van los espíritus de las personas después de muertas (Lucas 16:19-23; Hechos 2:27; Apocalipsis 6:8).
Ya la profecía de Daniel 2:44 no solo había identificado a la iglesia como el reino, sino que predijo también su indestructibilidad.
Finalmente es bueno aclarar que la iglesia es ese reino del cual Cristo dio la llave a Pedro. Esto significa que cuando somos añadidos a la iglesia, somos añadidos al reino (Juan 3:3-5; Marcos 16:16), pues la iglesia es el reino de Cristo (Colosenses 1:13;  1Tesalonisenses 2:12).
Las parábolas de Jesús hablan del reino refiriéndose a la iglesia (Mateo 13:24-50), el Señor mismo prometió que establecería su reino durante la vida de sus apóstoles (Marcos 9:1) y así lo cumplió en el día de Pentecostés (Hechos 2:36-41,47). La iglesia es el reino de Cristo que existe en la tierra en un estado de imperfección, pero que Cristo viene a buscar para entregar al Padre en el día final (1Corintios 15:24-26).


Jesús advierte severamente a sus discípulos que no digan a nadie nada de lo que habían hablado.

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