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domingo, 15 de diciembre de 2013

JESUCRISTO RESUCITA A LÁZARO (JUAN 11:1-43)


Jesús se encontraba realizando labores de predicación y sanidad en Perea y ciudades del otro lado del Jordán cuando recibió la noticia de que su amigo Lázaro estaba muy enfermo (Juan 10:40). Al recibir la noticia era época de invierno en Israel, ya que Juan ubica los siguientes eventos unos seis días antes de la Pascua que se celebraba en Marzo (Juan 12:1). En lugar de ir inmediatamente, Jesús se quedó dos días más donde estaba, diciendo que la enfermedad de Lázaro y su posterior muerte traerían gloria a Dios el Padre y a su hijo Jesucristo.
Este fue el último gran milagro realizado por Jesús en Jerusalén y contribuyó a atizar las diferencias entre una multitud dividida. Por una parte estaban los que creían en él y por otro los que lo veían como un peligro (Ver Juan 7:12; 9:16). Finalmente, este incidente termino precipitando la decisión de los líderes judíos de matarlo (Juan 11:53).
Cuando el maestro anunció que regresaban a Judea sus discípulos le recordaron que habían intentado apedrearlo allí  (Juan 8:59; 10:39) y sin embargo él se disponía a regresar. La explicación que Jesús les da es: “¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él” Vs-9,10.  Lo que las palabras de Jesús significan exactamente no lo sabemos, pero es muy posible que esté diciendo que cuando una persona anda conforme a lo planificado por Dios, su proyecto se llevará a cabo porque Dios le sirve de luz, y no le pasará nada. Recordemos que esta enfermedad traería gloría para Dios y para Cristo, es decir, que ese propósito debía cumplirse.

Un punto destacable de la narración de Juan es que Tomás, que también era llamado Dídimo (El gemelo), mostró su punto más alto de fe, cuando le dijo a los otros discípulos que fueran dispuestos a morir con Jesús, lo que también nos da a entender que ellos sabían el riesgo que se corría.
Cuando Jesús finalmente se acercaba a Betania, se enteró que Lázaro tenía 4 días de muerto y que ya estaba sepultado. Parece que había muerto el mismo día que recibió la noticia de su enfermedad, luego se detuvo dos días más en el lugar y se tomó otro día más para llegar a la aldea. Claro está que no debemos pensar que esto ocurrió por casualidad, sino que para que está muerte trajera verdadera gloría para el Padre y el Hijo (11:40), era bueno que el cadáver de Lázaro tuviera un nivel de descomposición que según su hermana Marta ya hedía.  Para los judíos, el alma de una persona después de tres días de muerta estaba en un lugar de donde era imposible retornarla. De manera que no se podía alegar que hubo un teatro o que fue un acto de medicina moderna. Jesús incluso dice que se alegra de no haber estado allí para que el milagro sea tan irrefutable que sus incrédulos discípulos no puedan dudarlo (11:14,15).
Dada la cercanía de la ciudad de Betania con la de Jerusalén, cuando Jesús llegó a la ciudad encontró que muchos judíos de Jerusalén estaban con Marta y María para consolarlas, lo cual aprovechó para demostrarle su señorío sobre la muerte.

Las hermanas de Lázaro mandaron a buscar a Jesús diciéndole que el que él amaba estaba enfermo, la esperanza de ellas era que Jesús llegara a tiempo para sonarle antes de morir (11:21), pero no habían considerado la posibilidad de una resurrección inmediata, aunque decían Marta que cualquier cosa que Jesús pidiera a su Padre la conseguiría, pensaba más bien en una resurrección en el día final. Jesús consoló a Marta con palabras que aún hoy hacen eco en el tiempo: “YO SOY  la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo aquel que todavía está vivo y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?. Vs.25,26 . Marta todavía encontraba difícil creer que su hermano volvería a la vida en esos momentos, sin embargo aceptaba la declaración de Cristo como válida y consoladora para un futuro.

María por su parte estaba en la casa en una actitud de  contemplación y dolor cuando Marta su hermana fue a decirle que el maestro había llegado y quería verla, porque aún estaba en las afueras de la ciudad. Cuando ella salió para encontrarse con Jesús parece que lo hizo con tanto ímpetu que los judíos presentes creyeron que iba al sepulcro a llorar. María al encontrarse con Jesús cayó a sus pies y le repitió las mismas palabras que Marta le había dicho: “Si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto” v.32. Jesús fue conmovido por las expresiones de dolor de María y también lloró. Es bueno saber que tenemos alguien que se compadece de nuestro dolor y llora con nosotros cuando estamos tristes. Sin embargo los judíos interpretaron sus lágrimas como una muestra de impotencia e incapacidad para hacer otra cosa que no sea llorar. El maestro les pide que lo lleven al sepulcro y que quiten la piedra, pero Marta una vez más, como la parte activa de la familia, entiende que no vale la pena, pues hacía ya cuatro días de su muerte. Como vemos, ella creía en Jesús como la resurrección y la vida, pero no sabía que si ejercía un poco más de fe, podría ver la gloria de Dios. Jesús hace una oración al Padre en medio de la multitud para demostrarles que su comisión era divina y que Él no actuaba por su propia cuenta. “Jesús alzó la vista y dijo: Padre, te doy gracias porque me has oído, Yo sabía que siempre me oyes, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste.” Vs. 41,42.
Finalmente el maestro completa su milagro ordenando a Lázaro salir fuera. Este le obedece y queda demostrado que Jesús no solo tiene poder para sanar enfermos, perdonar pecados, calmar tempestades y andar sobre la mar, sino que también tiene autoridad sobre la muerte.
Los judíos usaban por costumbre envolver en vendas los cuerpos de sus muertos, desde las axilas hasta los pies, y la cabeza la tapaban con una tela o sudario, de modo que solo los hombros quedaban al descubierto. No sabemos como Lázaro pudo llegar hasta la puerta del sepulcro teniendo la cabeza totalmente tapada sin poder ver, pero se entiende que esto formó parte de lo sobrenatural del hecho. Podemos imaginar el asombro total de la multitud ante tan grande milagro. La gente quedó inmóvil y Jesús tuvo que ordenarles que le quitaran la mortaja y lo dejaran ir. Así concluye Juan su narración sobre la resurrección de lázaro, pero las reacciones no se hicieron esperar.